Domingo de Ramos con la Hiniesta (II)


(…) «Entre las primeras marchas que se tocaron en la salida fue “Mi Esperanza”, que como todos bien sabéis es composición mía, y llegó a ser el primer momento importante y emocionante para este músico en aquella tarde de Domingo de Ramos.
Cuando llegamos a la calle Feria me dio muchísima alegría de ver y saludar a mi familia y a mi novia, a quien aproveché la ocasión para darle una de las fotos pequeñitas que me regalaron unos nazarenos antes de la salida.
Se palpaba poco a poco la cercanía de la carrera oficial y llegando a la Plaza del Duque se presentó un nazareno de la presidencia del paso de Cristo, quien nos comunicaba las marchas a interpretar a la entrada en Campana y fueron las siguientes: “Cristo de San Julián”, “Saetilla del Silencio”, “Plegaria al Stmo. Cristo de la Buena Muerte” y “Mi Esperanza”. ¡Qué sorpresa más grande me llevé! No me lo creía. Era un sueño desde pequeño: escuchar en Sevilla alguna vez una composición o marcha procesional concebida por mi y además tener la inmensa suerte de tratarse en la popular “Campana”, donde está el palquillo del Consejo de Hermandades, los medios de comunicación, cofrades relevantes de la Semana Santa Sevillana, etc. Pero ahí no queda eso: no sé si fue casualidad u obra divina. Resulta que el comienzo de la marcha “Mi Esperanza” coincidía con el inicio de la “revirá” a la calle Sierpes. Fue un sueño, verlo para creerlo. Una marcha dedicada a mi Crucificado y Cristo de la Esperanza, sonaba en el corazón de la Sevilla Cofrade y acompañaba casualmente a otro Crucificado, esta vez con la maravillosa advocación de “Buena Muerte”.
Gracias Dios Padre mío, por esos especiales momentos que me hiciste sentir en mi músico corazón. Gracias compañeros y músicos de la banda, por esas melodías tan elegantes y brillantes. Gracias costaleros de San Julián por llevar y mecer a ese Cristo Crucificado como ustedes sólo sabéis. Gracias a mi patrona de Arahal: Sta. Mª Magdalena por estar ahí también junto a Él y junto a nosotros: músicos de esta agrupación musical. También tú, María Magdalena quisiste compartir esos instantes de música llenos de Buena Muerte y Esperanza.
Al salir de la Santa Iglesia Catedral, todo cambió. Rincones de Sevilla para el acompañamiento musical a la Hiniesta: Argote de Molina, Plaza del Pan, Alfalfa, Dª Mª Coronel y llegamos a todo un barrio, San Julián. La gente se agolpaba junto a la banda y pedían la interpretación continua de marchas: “Dolores y Misericordia”, “La Saeta”, “Himno de San Antonio”, “Alma de Dios”, “Puente de San Bernardo”, “Cristo de San Julián”, “Magdalena Bendita”…
Con tristeza porque todo estaba consumado, el paso del Cristo de la Buena Muerte llegaba a su santa casa entre saetas, oraciones y sonidos de cornetas, trompetas y tambores. La entrada fue tan espectacular y emocionante o más incluso que la salida. Tras el discurrir del paso por las naves de la parroquia, los músicos de la banda pasamos hacia dentro interpretando el canto litúrgico de “Perdona a tu pueblo”, sólo con las trompetas y sin tambores. Los nazarenos de la corporación nos abrían camino entre la multitud, a la que con lágrimas en los ojos observaban el rostro de su Crucificado, iluminado tímidamente con cuatro austeros hachones. Ahora sí, todo se había acabado, esperando ya con ilusión la próxima salida con la Hdad. de la Hiniesta.
Pero aún quedaba por llegar la Virgen de la Hiniesta bajo ese magnífico palio de azul y plata, a los compases de “Pasan los Campanilleros” y “Rocío”, sones que recordaban a la Sevilla antigua, en aquella oscura, pequeña y romántica plaza de San Julián. Creo que en esos momentos íntimos dentro de la parroquia, nos sentimos todos los miembros de la agrupación hermanos de la Hiniesta.
Antes de finalizar el relato de mis vivencias con la banda de “Sta. María Magdalena”, quisiera contaros una curiosa anécdota que me ocurrió al llegar a mi casa de madrugada.
Como les dije anteriormente, me regalaron varias estampas y fotografías pequeñas de los titulares de la Hiniesta. Al despojarme de la camisa, observé que en el bolsillo de la misma había un círculo oscuro parecido a una mancha. Yo al verlo me sorprendí bastante pues me extrañaba de tener alguna mancha en tal lugar de la camisa. ¡Fue tan grande mi asombro que se trataba del rostro reflejado perfectamente de la Virgen de la Hiniesta! Supongo que pudo ser como consecuencia del sudor y el calor corporal entre la camisa y la fotografía y se quedó reflejada en la tela, ya que la estampa quedó absolutamente blanca.
De todas maneras, y entrando en el terreno emocional y religioso, quiero confesar que aquel Domingo de Ramos llevé en mi corazón el sentir de una hermandad de barrio tan querida como la Hiniesta y su adoración a su Cristo de la Buena Muerte y a María Santísima de la Hiniesta.»